La naturaleza colectiva de la Iglesia

Nos ha tocado vivir en tiempos difíciles, tiempos en los que se predica a Cristo a los hombres en un sentido individualista. El Cristianismo moderno ha sido tan infectado con esta doctrina que el creyente vive durante toda su vida tratando de encontrar en Dios su realización personal. Unos sueñan con ser pastores, otros líderes de alabanza, apóstoles, evangelistas, cantantes cristianos, o fundadores de imponentes ministerios. No parece haber nada malo en esto ¿verdad?… Bueno, todo esto es lo que se nos ha enseñado, y ha llegado a convertirse en el centro y motor de nuestras vidas.

«Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.» ~ Mateo 6.21

¿Por qué nos sucede esto? La respuesta es sencilla: estamos contemplando la iglesia con nuestros propios ojos, y no desde la perspectiva de Dios. Nuestra naturaleza caída nos llevará a ver y pensar en forma individualista: mi crecimiento, mi necesidad, mi ministerio, mi iglesia, mi organización. El problema de esta visión radica en que Dios no trabaja con individuos, sino con un cuerpo. Dios tiene una naturaleza colectiva, y por esta razón su visión también es colectiva.

“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.” ~ 1 Corintios 12:12

Nuestra vista natural no percibe la iglesia en la forma que Dios la ve. Nuestro individualismo nos lleva a poner como objetivo principal el llegar a ser mejores Cristianos: más espirituales, más sabios, más elocuentes o más reconocidos. ¿Puedes notar cual es el problema en todo esto?… Nosotros estamos en el centro. Por esta razón, nuestra motivación principal será fuertemente alimentada por nuestra continua competencia con otros creyentes, y por el insaciable deseo de engrandecer nuestra propia organización o movimiento. Vivir de esta manera nos llevará a caminar en medio de contiendas y divisiones, tal como frecuentemente ocurre en la vida de la iglesia moderna.

Sin importar que tan gloriosa aparente ser nuestra actividad, mientras el motivo, centro y objetivo de nuestra comunión no sea el solo hecho de disfrutar y edificarnos mutuamente con la vida de Cristo, caminaremos divididos, y sin el poder necesario para impactar la vida de otros.

Dios anhela abrir nuestros ojos para descubrir su naturaleza colectiva, para contemplar a SU iglesia tal como Él la ve.

El supremo llamado de un Cristiano no es el seguir un libro, cumplir determinados mandamientos, o aprender una doctrina, sino solamente a seguir, disfrutar y ser lleno de la vida de Cristo. ¿Parece demasiado simple? En realidad lo es! y es precisamente éste hecho lo que incita a nuestras mentes a hacerlo más complejo, nuestra naturaleza caída creé poder ganarse el favor de Dios por medio de obras. Honorables actividades como la enseñanza, el evangelismo, la adoración, la santidad, o cualquier otra actividad, pueden fácilmente convertirse en el centro de nuestras reuniones, dejando fuera la única razón para la cual existimos: nuestro romance con el Señor.

¿Porque necesitamos regresar a la centralidad de Cristo? Porque en Él no existe división o competencia, en Él no cabe el protagonismo ni mucho menos el liderazgo natural, en Él no existen los celos ni disputas, y en Él existe una sola cabeza, y un solo y glorioso cuerpo que respira sin otro fin que el expresarle.

Es éste el misterio de Dios: El Cristo colectivo (conformado por muchos)

Rodrigo Aguilera

Orador Cristiano, escritor independiente. Colabora en la restauración de la supremacía de Cristo entre los creyentes, y en el establecimiento de expresiones orgánicas de su iglesia en México. BLOG: www.odresnuevos.org - EMAIL: rodrigo@odresnuevos.org - TWITTER: @rodaguileramx - FACEBOOK: /rodrigo.aguilera - SKYPE ID: rodrigo.aguilera

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